miércoles, 28 de noviembre de 2012

Narrativas audiovisuales en la industria de la música

     Las narrativas audiovisuales siguen penetrando en todos los procesos cotidianos de comunicación y artísticos. Lo puedo afirmar estando involucrado en el medio musical.

     Cuando eres niño, puede que tu meta sea ser presidente de un país, una estrella de rock o pop, un multimillonario e incluso un actor de TV, es decir, ser un personaje famoso o conocido.

    Cuando eres flautista, en especial académico, quieres ser como Emmanuel Pahud, James Galway, Davide Formisano, Denis Bouriakov, Phillippe Bernold. Pero nos damos cuenta que esos personajes no los conoce casi nadie aunque pueden hacer mucho dinero en lo que hacen. ¿Por qué? ¿Acaso maduramos? ¿Ser como estos flautistas,  que son famosos en nuestra área, es más probable que ser presidente o millonario? No lo creo.

     Por nuestras experiencias, las cuales casi nunca escogemos y que tienen componentes casi fortuitos, vivimos clips de narrativas audiovisuales para reconocer cuáles son los cánones de estética y de moral que la sociedad establece para nuestro oficio.

     En el caso de la música académica, esto no es una excepción. Como la épica, aparecen héroes de este oficio, quienes, sin saberlo, imponen una historia de nobleza  y superación por todos los medios que es ajustable al propio significado de la música académica: plenitud, superioridad, exquisitez.

     De esto no está muy alejada la proliferación de los reality shows, que constituyen auténticas narrativas audiovisuales, introspectivas y retrospectivas, de personajes muy comunes que se van transformando con la fama, el dinero y la música, vendiendo esperanza de éxito a millones de televidentes.

    La industria de la música clásica, por su parte, adopta propiedades de las narrativas audiovisuales. El músico actúa e interactúa aun más con la cámara. Es decir, si en los conciertos la escena es vital, para vender miles de DVDs lo es aun más. El concepto visual se ha hecho casi tan importante como la calidad de la música misma en la orquesta, y mucho más si la orquesta está ávida de conquistar público que jamás ha estado involucrado con artes "elevadas" y "exquisitas". El consumo de estas artes musicales, que se consideraban de élite, depende de una maquinaria y de un sector casado con la industria de los media y el entretenimiento masivo, el cual cada vez más desarrolla un sistema de distribución extenso y que necesita de un mercado variopinto. De modo que la narración y la gesticulación de los personajes en pantalla es vital para lograr empatía con el que escucha, que ahora ve, vive y aprende en el concierto, incluso más que apreciándolo en vivo, debido a la calidad de audio, nitidez visual y la riqueza de planos.

     Se debe contar la existencia de las cosas, no importa en realidad si la perspectiva sea muy chica. Cada músico tiene que tenerla, siempre respecto al concepto que se esté vendiendo. Es lógica corporativa pura. La justificación de los oficios del ser humano es importante desde lo conmovedor hacia las masas, encarnado por los más  básicos valores humanos y siempre es mejor contarlo en imágenes que explicarlo o demostrarlo, sea Rattle o Britney.

Video documental guiado por Simon Rattle, director de la Filarmónica de Berlín. Es relevante señalar su pedagogía frente a la cámara sobre las historias de las obras que se ejecutan, aprovechando la herramienta interactiva de Youtube y creando valor social y de actualidad sobre música de larga data