miércoles, 30 de octubre de 2013

Homotransfobia: Oda al Patriarcado moderno


     Las sociedades estructuran un modelo de poder que engrana todas las instituciones, formas de vida y formas de relacionarse. Parece imposible deshacerse de esto. Ahora, esta afirmación está hecha desde la razón, pero, ¿qué pasa cuando nuestros sentidos captan otras formas más libres, más heterodoxas y menos estudiadas desde el poder?

     ¿Qué pasa cuando nacemos y llevamos con nosotros una raíz totalmente nueva? ¿Una idea de querer y de sentir totalmente desaprobada por los cánones? ¿Qué ocurre cuando la sensibilidad para amar es prohibida y nos encontramos presos, sin aire alguno para expresarnos? El mundo se vuelve aun más hostil. 

     La homotransfobia reprime todo este sentir, pero, lo que es peor, hace al individuo negarse una manera de amar, y, por lo tanto, tener un lugar en el poder. El miedo al fracaso social. 

     Siempre he insistido en cómo los medios de comunicación y la iglesia no solo son una manera de gestionar y controlar el poder, sino de determinar totalmente la sexualidad en los individuos. Y sexualidad es poder.

     La sexualidad nos da seguridad sobre nuestro cuerpo y nuestra manera de aproximarnos a los otros, y, si esta seguridad no existe, permitimos que agentes externos anulen la posibilidad de ser independientes en la manera de pensar, de sentir, de tocar y hasta de hablar y caminar. Nuestro lenguaje se achica. 

     No existe mayor ejercicio de la violencia que esta práctica de legitimación de formas específicas del sentir. El hecho de que la vida homosexual de individuos famosos sea de manejo totalmente privado -a diferencia de la farándula de chismes de los famosos heterosexuales- es una forma de decirnos que no está permitida; al igual que los innumerables sketchs rocheleros que desaprueban con risas las maneras sexodiversas, humor asesino tan arraigado en nuestra sociedad gracias a centenarias concesiones radioeléctricas. 

     La vida en pareja de distintas tendencias es censurada con la excusa de que "es su vida". En peores casos, las relaciones públicas han diseñado métodos en los que personas públicas y de prestigio abren una vacante de pareja heterosexual para mantener una imagen "intachable" ante los quehaceres de índole social y empresarial: una esposa vitrina relacionista pública.

     En Latinoamérica, la iglesia se ha consolidado como base para que el patriarcado mantenga relaciones de control más estrechas, en el ámbito familiar, social, comunal, laboral. El desmontaje de la familia tradicional es un reto y tabú, un miedo al fracaso del macho vernáculo y de la miss osmeliana. En una sexualidad plena, el individuo tiene más agallas para elegir, a pensar, a sentir, y no creo que al mercado oligopólico y a las iglesias les convenga. El camino es largo pero no imposible. 

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