domingo, 16 de marzo de 2014

Lo cultural en la secesión de naciones: sospechas sobre un laboratorio de guerra


    
     Estoy seguro de que todos los sectores sociales de Venezuela tienen razones para protestar y quejarse de la gestión del Estado y del Gobierno, en muchos aspectos. Sin embargo, es notable que las manifestaciones opositoras, tanto pacíficas como violentas, se han dado masivamente en las capas medias y altas de la sociedad.

     Eso es hecho notorio. Por otra parte, la geopolítica económica en la que está situada Venezuela y Latinoamérica sigue siendo apetecible por intereses devoradores de la vieja dirigencia que rodea el poder económico, militar y político estadounidense. El imperialismo ha entendido que los conflictos modernos abren sus heridas en las identidades nacionales.

     Desde el NacionalSocialismo de Hitler, hasta la Ucrania de hoy, se advierten sociedades con sensibilidades y problemas que vierten su frustración final en razones de nacionalidad y de raza, en gran parte. 

     La antigua Yugoslavia, por ejemplo, tenía una amplia diversidad cultural con fronteras evidentes entre los pueblos, produciendo, aparte del fracaso del viejo modelo socialista, división de naciones sin ninguna posibilidad de comunicación e integración posterior, hasta emerger una diminuta nación como Kosovo, luego del golpe suave a Milošević.

     En la actual Irak, en guerra, la inteligencia norteamericana también aprovechó la delgada línea de paz entre los pueblos, suníes, chiíes y kurdos, donde Hussein estableció un marco de convivencia a través de duros reglamentos basados, como es natural, en el poder teológico personalista de la región islámica.

     Por todo esto, la secesión de las naciones culturales es una estrategia muy eficaz de la inteligencia gringa para mantener focos violentos en el mundo, y justificar una intervención, militar o política, en los asuntos soberanos de los pueblos, casualmente inclinados al socialismo, y someterlos al status quo financiero de sus intereses.

     Como paréntesis, lo curioso de esto es que no hay nación más diversa, etnográficamente, que Estados Unidos de América. Ellos conocen muy bien de un Estado-nación fuerte, represor y sin fisuras en su sistema político y social, que evite a toda costa un movimiento secesionista por diversos motivos; se me ocurre, por ejemplo, la mayoría mexicana y católica de muchas ciudades y estados.

     En Venezuela, la cosa se torna muy cuesta arriba, por ahora, para los laboratorios de guerra. En principio, la clase media y alta de las últimas décadas, que representaron el símbolo mediático y visible de éxito en nuestra sociedad, ha cultivado el anti venezolanismo y el anti latinoamericanismo, mediante distintos aparatos institucionales de la escuela, la universidad, los medios de comunicación y el entretenimiento.

     Muchos subestiman, por ejemplo, los valores derivados de la industria de Florida y California en el entretenimiento, digamos, ventana del mundo hispano en EEUU; ejemplo: vetar artistas por dar conciertos y muestras de apoyo a Cuba o Venezuela; impulsar un tipo de comedia que sea una burla a nuestra identidad; exaltar etnológicamente a sectores minoritarios en la publicidad, telenovelas, películas.

     Lo popular, en fin, se vuelve hostil en ciertas capas de nuestra sociedad debido a un complejo aparato comunicacional. El cambio de época en Latinoamérica produce quiebres de paradigmas culturales en este aparato; pero, lo bueno, es que se vuelve inclusiva y participativa, muy peligroso para los planes del Norte. A pesar de los ataques, afortunadamente, Venezuela posee una diversidad cultural dentro de un marco de tolerancia, cosa envidiable en muchas latitudes.

     Mi recomendación: mosca con los estigmas raciales y socioeconómicos. Los movimientos secesionistas son productos de barreras de este tipo y son instrumento de las estrategias de las potencias. Es el último recurso de las intervenciones. A pesar de nuestro alto mestizaje, para nadie es un secreto que las diferencias económicas vienen acompañadas de ciertas diferencias raciales. Esto no debería ser usado en el discurso político por parte de quienes quieren la paz y la cohesión nacional. Que la comedia de la dirigencia opositora y estudiantil no nos distraiga.