miércoles, 8 de abril de 2015

Divagaciones entorno a la legitimación de conocimiento


     En cada época histórica, las sociedades han tenido su ritmo particular para producir y legitimar conocimientos. Esto está muy ligado a la estructura socioeconómica sobre las que estas sociedades se sustentan. El conocimiento, interpretado a través de ciclo ideológicos e idiomáticos, no es propiedad exclusiva de las academias; quizás eso no es lo que esté en total discusión, sino los objetivos y utilidades de esa producción de conocimientos para la cual la academia está diseñada.

     Este último punto podría estar definido por espíritus de época, intereses, etc. Pero,  vamos, las personas no andan por el mundo analizando cada una de sus acciones como si se tratara de un producto de interés para las transnacionales. No pienso que se deba llegar un extremo tal (¿O sí?).

     Entonces, cabrían estas pregunta: ¿A quién satisfago con mis acciones? ¿A qué responde que me detenga a estudiar una u otra cosa? ¿Quién es acreedor de esa necesidad? ¿Las necesidades de conocimiento están “socializadas”?

     En el caso de los artistas, es anonadador el poco entendimiento situacional respecto a lo que practican. Por supuesto, existe un interés exagerado a que los procesos se lleven a cabo de la manera menos analítica posible. Por ejemplo: ¿De dónde viene este estilo? ¿Me satisface? ¿A qué necesidades históricas, afectivas y modelos paradigmáticos estoy respondiendo? La elección de las preguntas son subjetivas también, pero son preguntas. Y, puede que de las más duras: ¿cuán legítima es esta creación o interpretación? ¿Quién la legitima? “Yo hago mi arte como mejor me parezc…”. Lo dudo, querido colega, hay ciertas maneras “legítimas” que son las que los decisores y financistas aprobarían.

     Si podemos responder estas últimas dos preguntas, puede que estemos más cerca de porqué tendríamos que reproducir cierto tipo de conocimiento. Los espacios legitimadores son vitales para la imposición de discursos culturales. Soy algo reacio en creer que las legitimaciones son producto de mediaciones sociales o de la lucha de clases; más bien creo que vienen de la elección de espacios legitimadores, y esto pasa por decisiones, en muchos casos, unilaterales (Ej.: Luis XIV/Lully).

     Las inversiones, los pénsum, las políticas, los diseños urbanísticos, pasan por decisiones unilaterales y multilaterales que, claro está, son circunstanciales, pero definidos por un sistema de poder. El azar juega mucho en este punto, pero más las necesidades de las clases dominantes alrededor de su control de masas.

     ¿Cómo diseñar este espacio legitimador en tanto el conocimiento se reproduzca de manera “indefinida” -hasta donde se pueda- y el performance sea exitoso? El lenguaje y las redes toman parte y van operando ítems vitales que pueden revolucionar o reproducir un discurso. El arte y las ciencias, los soles de este juego, van eclipsándose con el sustento material de las sociedades, cuyos propietarios van comprando espacios de poder económicos y culturales.

     Para el mantenimiento de estos cursos, es vital que la retaguardia profesional y técnica de las ciencias y las artes se mantengan como ídolos sociales, haciendo dique a las preguntas y a creer en un status quo que, ellos creen, es virgen de toda ideología e interés, arropándola con un aura de bien común y superación personal. O, por otra parte, constituyan paradigmas en sus áreas, que causen conmoción para innovar, y sean motores de procesos que renueven y construyan nuevos espacios legitimadores que, en muchos casos, sustituyan a los que ya se encuentran desgastados.