En cada época histórica, las sociedades
han tenido su ritmo particular para producir y legitimar conocimientos. Esto
está muy ligado a la estructura socioeconómica sobre las que estas sociedades
se sustentan. El conocimiento, interpretado a través de ciclo ideológicos e
idiomáticos, no es propiedad exclusiva de las academias; quizás eso no es lo
que esté en total discusión, sino los objetivos y utilidades de esa producción
de conocimientos para la cual la academia está diseñada.
Este último punto podría estar definido
por espíritus de época, intereses, etc. Pero,
vamos, las personas no andan por el mundo analizando cada una de sus
acciones como si se tratara de un producto de interés para las transnacionales.
No pienso que se deba llegar un extremo tal (¿O sí?).
Entonces, cabrían estas pregunta: ¿A quién
satisfago con mis acciones? ¿A qué responde que me detenga a estudiar una u
otra cosa? ¿Quién es acreedor de esa necesidad? ¿Las necesidades de
conocimiento están “socializadas”?
En el caso de los artistas, es anonadador
el poco entendimiento situacional respecto a lo que practican. Por supuesto,
existe un interés exagerado a que los procesos se lleven a cabo de la manera
menos analítica posible. Por ejemplo: ¿De dónde viene este estilo? ¿Me
satisface? ¿A qué necesidades históricas, afectivas y modelos paradigmáticos
estoy respondiendo? La elección de las preguntas son subjetivas también, pero
son preguntas. Y, puede que de las más duras: ¿cuán legítima es esta creación o
interpretación? ¿Quién la legitima? “Yo hago mi arte como mejor me parezc…”. Lo
dudo, querido colega, hay ciertas maneras “legítimas” que son las que los
decisores y financistas aprobarían.
Si podemos responder estas últimas dos
preguntas, puede que estemos más cerca de porqué tendríamos que reproducir
cierto tipo de conocimiento. Los espacios legitimadores son vitales para la
imposición de discursos culturales. Soy algo reacio en creer que las
legitimaciones son producto de mediaciones sociales o de la lucha de clases; más
bien creo que vienen de la elección de espacios legitimadores, y esto pasa por
decisiones, en muchos casos, unilaterales (Ej.: Luis XIV/Lully).
Las inversiones, los pénsum, las políticas, los diseños urbanísticos, pasan por
decisiones unilaterales y multilaterales que, claro está, son circunstanciales,
pero definidos por un sistema de poder. El azar juega mucho en este punto, pero
más las necesidades de las clases dominantes alrededor de su control de masas.
¿Cómo diseñar este espacio legitimador en
tanto el conocimiento se reproduzca de manera “indefinida” -hasta donde se
pueda- y el performance sea exitoso?
El lenguaje y las redes toman parte y van operando ítems vitales que pueden
revolucionar o reproducir un discurso. El arte y las ciencias, los soles de
este juego, van eclipsándose con el sustento material de las sociedades, cuyos
propietarios van comprando espacios de poder económicos y culturales.
Para el mantenimiento de estos cursos, es
vital que la retaguardia profesional y técnica de las ciencias y las artes se
mantengan como ídolos sociales, haciendo dique a las preguntas y a creer en un status quo que, ellos creen, es virgen
de toda ideología e interés, arropándola con un aura de bien común y superación
personal. O, por otra parte, constituyan paradigmas en sus áreas, que causen
conmoción para innovar, y sean motores de procesos que renueven y construyan
nuevos espacios legitimadores que, en muchos casos, sustituyan a los que ya se
encuentran desgastados.